Desde que somos pequeños nos sustentamos sobre nuestros dos pies, pero a esas extremidades rara vez le damos la importancia que merecen, y su mal funcionamiento puede derivar en dolencias de rodilla, cadera, espalda…
El Colegio de Podólogos de Canarias tiene un reducido número de colegiados, unos 140 aproximadamente, y ninguno de sus servicios está incluido en el Servicio Nacional de Salud. Quizás por eso, la población en general desconoce el alcance de las competencias de estos profesionales a los que habría que acudir con más frecuencia, porque nuestros pies son la base sobre la que se asienta toda la estructura corporal. Hablamos con la presidenta de estos profesionales en Canarias, Verónica Ruíz Martín.
¿Hay mucha confusión en la función del podólogo y la podóloga?
Bastante. Mucha gente ve al podólogo pensando que es una persona que trata patologías simples, sin pensar que estudiamos toda la biomecánica del miembro inferior, por lo que podemos tratar desde el pie, pasando por las rodillas o las caderas. Un mal funcionamiento del pie puede derivar en patologías que afectan al resto del cuerpo.
¿Cómo llega entonces un paciente a la consulta podológica?
Pues la podología es una especialidad muy transversal, nos llegan pacientes derivados de otros profesionales porque, entre otras, tratamos patologías del pie que están producidas por otras enfermedades metabólicas, reumáticas, degenerativas… Nosotros hacemos un diagnóstico de la patología que afecta al pie, producida por esas enfermedades. No vamos a tratar la diabetes, la artritis o los problemas hormonales, ni a recetar nada que cure la enfermedad de origen, pero sí podemos prescribir algunos medicamentos que sean necesarios para curar los síntomas derivados como antibióticos o heparina…
¿Saben los pacientes cuándo acudir a un podólogo?
Hay muchos pacientes que vienen por una patología que creen banal, como un juanete, y le empiezas a explicar que está causada por una mala pisada de años, y no lo entienden. Un juanete no sale de un día para otro, sino por años de mal cuidado del pie. Lo mismo ocurre con las familias que traen a niños ya preadolescentes porque pisan mal. El pie de un niño es moldeable a edades tempranas, pero si el niño ya ha cumplido los 10-12 años, resulta mucho más complicado resolver la patología, aunque se puede. Caminar, por ejemplo, con un pie plano no tratado es como ir con un coche sin amortiguadores.
¿Puede que tenga que ver con que los efectos de una mala pisada sólo se ven con el tiempo?
Claro. Efectivamente, salvo las llagas o rozaduras, los efectos de una mala pisada suelen verse con el paso de los años. Por eso es importante que la gente sepa que un mal apoyo te desestabiliza y puede desencadenar otras patologías que, igual no son vitales, pero pueden ir desde el simple juanete a problemas de cadera o rodilla que reducen la calidad de vida del paciente. Debemos ser conscientes de que somos lo que somos porque caminamos erguidos sobre dos pies, que es la base de toda la estabilidad del cuerpo, por lo que una buena salud de nuestros pies es un asunto crucial, sobre todo en el crecimiento porque, en contra de lo que se ha extendido por ahí, crecer, no duele.
El calzado será entonces fundamental ¿Existe un calzado ideal?
El zapato ideal debe ser, lo primero, un zapato que recoja el pie sin apretarlo, sin que provoque sudoración, ni ampollas o rozaduras. Ni demasiado blando, porque el exceso de amortiguación provoca patologías como las fascitis plantares, ni demasiado rígido porque puede afectar a las articulaciones; la suela tiene que ser de grosor medio, que permita la flexión de los dedos, preferiblemente de goma; el drop de cuatro o cinco milímetros, que hablando en tacón puede ser de tres centímetros, no recomendable el tipo bailarina o Converse…
Se han puesto de moda las maquinitas que te estudian la pisada.
La plataforma para el estudio de la pisada puede ser una prueba complementaria, pero desde luego no da un diagnóstico por sí sola. En la consulta de podología lo primero que hacemos es tumbar al paciente en la camilla, explorar articulaciones, balance muscular etcétera; luego colocarlo de pie, quieto para ver si hay dismetrías o, por ejemplo, basculaciones pélvicas; y luego se estudia la dinámica. En conjunto se hace el diagnóstico y entonces se empieza con el diseño de la plantilla a medida, como un sastre. Cuando ves tiendas o centros comerciales que hacen estudio de la pisada realizados por una persona que no es sanitario y que no tiene la capacidad ni la titulación y aún así te emite un diagnóstico, está invadiendo unas competencias que no tienen y haciendo una labor que, por desconocimiento, puede provocar al paciente una lesión: una rotura de ligamentos cruzados, sobrecarga de menisco, una torcedura…
¿Cuál es la mayor preocupación del colegio?
El intrusismo. Normalmente, cuando tienes el título, el profesional lo señala claramente. Cuando aparece el intrusismo es cuando se disfraza con la estética y anuncian, por ejemplo, pedicura podológica… En esos casos, normalmente se ofertan servicios no prestados por un profesional, en lugares que claramente no son consultas podológicas. Ante la duda, hay que recurrir a la página del colegio, o llamar y preguntar si la persona está colegiada, porque la colegiación es obligatoria para ejercer esta profesión.